Las tribulaciones de un redactor freelance harto de los desmanes de clientes sin escrúpulos que ofertan miserias vergonzosas por sus servicios.

Dada mi experiencia, uno de los servicios profesionales que intento prestar es el de la redacción de textos por encargo. Como freelance —junto con temas de consultoría de marketing, representación comercial, y formación—, trato de batirme el cobre contra la crisis escribiendo todo tipo de artículos y contenidos bajo demanda de cualquier persona dispuesta a pagar mis honorarios. Y aunque tengo claro que con este trabajo nadie se ha forrado nunca, me estoy percatando de que la situación está peor que nunca.
El último ejemplo lo he vivido la semana pasada. En una de las plataformas que hacen de punto de encuentro entre ofertantes y demandantes, localicé una oferta interesante. Pedían un redactor que pudiese escribir sobre diversos temas (sin especificar), que tuviese conocimientos de SEO, que fuese capaz de mandar cinco artículos diarios de 500 palabras como mínimo, acompañados cada uno de ellos con una foto libre de derechos. Además, solicitaban que los contenidos fuesen originales y basados en los temas que ellos mismos irían proponiendo. Aunque, realmente, por la aclaración posterior, no les importaba mucho que los artículos fuesen copiados de determinadas páginas en inglés que ellos mismos indicarían, siempre que no se tratasen de traducciones literales. Creo que esta actitud, muy común en las grandes empresas y portales de Internet, hace que se devalúe el prestigio del medio, pero cada uno en su negocio sabe lo que quiere.
Yo les respondí haciéndoles una propuesta que a mí me parecía atractiva: escribiría sobre lo que ellos me pidiesen, pero haciéndolo siempre con contenidos originales y únicos. Además, les planteaba en mi presupuesto una serie de elementos de valor añadido que no son nada habituales en este tipo de trabajos freelance. Y como garantizaban el trabajo al menos durante un año, decidí bajarme los pantalones y apliqué un descuento del 70% respecto a mis honorarios habituales (no los reflejo aquí por pura vergüenza torera, pero no son muy elevados).

Analizándolo en frío, comprometerse a escribir 2.500 palabras al día sobre temas en muchos casos poco familiares era bastante temerario. Pero siempre he pensado que el mundo es de los valientes. O como escribía Shakespeare en su Julio César: “los cobardes mueren muchas veces antes de su verdadera muerte; los valientes prueban la muerte solo una vez”.
La respuesta no se hizo esperar. Con un lacónico “muy caro” descartaban mi oferta una hora después de mandarles mi presupuesto. Al menos es de agradecer que explicasen el motivo por el que desechaban mi propuesta, ya que lo habitual es no volver a saber nada de los solicitantes. Pero no puedo entender la poca vergüenza de quien encarga un trabajo que va a requerir una dedicación completa durante un año entero a cambio de una miseria. Porque escribir 2.500 palabras al día no se hace en cinco minutos. Y, salvo que se use el «corta y pega» indiscriminadamente, nadie es capaz de hacerlo en poco tiempo de un modo aseado y decente.

Es triste, pero ahora pienso que casi es mejor que no me hayan contratado. Sobre el precio que les había planteado había que descontar la correspondiente mordida impositiva (un 42% entre IVA e IRPF), la comisión de la plataforma (otro 8,5%), la comisión de Paypal (otro 2%, ya que no pagaban por transferencia), más la parte proporcional del seguro de autónomos, con lo que al final prácticamente no me hubiese quedado nada para mí. Pero lo verdaderamente triste es que haya empresas dispuestas a hacer negocios pagando a sus proveedores cantidades irrisorias, que ni siquiera permiten mantenerse dignamente.
No termino de comprender por qué personas que no se fiarían de un fontanero o un electricista que trabajase prácticamente gratis, están dispuestas a remunerar con cantidades vergonzosas a un redactor freelance del que depende en gran medida el éxito o el fracaso de su propia web. Al final, ofreciendo cifras que oscilan entre uno y dos euros por artículo (aunque cueste creerlo, eso es lo que pagan muchas empresas), están consiguiendo que la Red se llene de contenidos basura, en muchas ocasiones ininteligibles, que son malas traducciones sacadas de Google Translate, cuando no directamente copias literales de otros textos en nuestro propio idioma. Y esa gente tan interesada en que sus redactores externos dominen las técnicas de SEO más en boga, ignoran la vital importancia de Google Panda, Google Penguin y Google Colibrí a la hora de penalizar los contenidos duplicados.
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Imágenes tomadas en Internet de los sitios web:
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Yo introducia publicidad en mi pagina, de un sitio online de recambios de coches, este año me ofrecieron renovar por un precio 50% por cierto inferior al año pasado, por supuesto les dije que no regalaba mi espacio.
Me preguntaron entonces si queria escribirles un articulo promocionado, les volvi a mandar mi presupuesto, y me lo bajaron en un 80%.
Ya era demasiado insulto y no les contesté.
Saludos!!!
Yo por eso ni me planteo la publicidad en mi blog (la que aparece a los usuarios no registrados es de WordPress, no es mía). Hace años gestioné un blog de una asociación cultural y les propuse poner publicidad a través del más conocido de los gestores de anuncios. La idea era que la asociación rentabilizase el blog. Pues en cuanto llegó el momento de cobrar el primer cheque porque habían acumulado 50 euros, les mandaron un mensaje explicándoles que habían detectado un mal uso de la cuenta (no llegaron a explicar en qué consistía ese mal uso de la cuenta, pero imagino que serían demasiados clicks seguidos sobre un mismo anuncio) y les cancelaron la cuenta sin darles ni un euro.
Aquello me hizo reflexionar: pongamos que esa empresa gestiona publicidad de sus anunciantes en 500.000 blogs solo en España (con cerca de 4 millones de blogs en España, creo que puede ser una cifra razonable). Si al anunciante le cobra 50 euros, pero a todos los blogs que ponen su publicidad les cancela la cuenta cuando llega el momento de pagarles, el beneficio es redondo: 25 millones de euritos, que encima no pagan impuestos aquí porque prefieren hacerlo en Irlanda, que es el lugar de Europa con el impuesto de sociedades más bajo (incluso así están saliendo de la crisis).
Lo de recortar gastos (realmente en España las empresas casi siempre recortan inversiones, porque despedir a un trabajador productivo o dejar de poner publicidad es reducir las inversiones no lo gastos) se ha convertido en una excusa para mejorar los balances sin arriesgar la pasta. Antes, las inversiones eran más rentables, cuanto mayor riesgo entrañaban. Ahora han conseguido que con la excusa de la necesidad de muchos, de la falta de competencia, de la prevaricación o el nepotismo, ni siquiera sea necesario invertir para ganar más. Solo basta con mirar datos de las empresas grandes, que están ganando más dinero que nunca mientras España se empobrece cada vez más.
Hola Ricardo:
gracias por tu artículo, comprendo perfectamente tu frustración. Yo estoy harto de preparar presupuestos para que luego me digan que es caro o que otro se lo hace a mitad de precio.
De modo que últimamente antes de enviar nada pregunto a los clientes potenciales qué presupuesto tienen o les explico mis tarifas generales («pues mira, yo cobro a partir de 30 euros por artículo para blog») y así me ahorro tiempo para poderlo dedicar a los clientes que realmente sí están dispuestos a pagar lo que vale un texto de calidad.
Pásate cuando tengas un rato por El Blog del Redactor Freelance, creo que te puede ser útil para desarrollar tu faceta como redactor… ¡o compartir tus penas con otros compañeros de profesión, como prefieras verlo!
¡Un saludo!
Roger Garcia
Gracias, Roger. Conozco tu blog y entro en él con cierta asiduidad. A partir de ahora te prometo que haré algún comentario. A veces entro en los blogs que me gustan con algo de prisa y no me detengo a comentar. Y en el fondo es como entrar en una casa y no saludar a los dueños. Un saludo.