En España se mira con envidia a nuestros vecinos, cuyo presidente ha decidido contribuir a minimizar la crisis de venta de vehículos que están padeciendo al otro lado de los Pirineos. Hasta el 25 de julio no sabremos en qué consistirán las medidas que tienen como objetivo evitar quiebras y despidos en un sector estratégico.

El primero en claudicar ha sido Peugeot que, al comprobar que sus matriculaciones han descendido un 13% durante el primer semestre del año, ha anunciado que cerrará su planta de Aulnay sous Bois, que da empleo a 3.000 personas. Pero no sólo eso, ya que también ha advertido que se verá obligado a reducir 8.000 puestos de trabajo en todo el país. Sin embargo, los problemas son generalizados en todas las marcas, con lo que el ministro de Economía, Pierre Moscovici, ha anunciado que el plan de incentivos se destinará también a PSA y a Renault, así como a las empresas auxiliares. Y es que el Gobierno de Hollande ha sabido detectar a tiempo un problema estructural que podía haberse llevado por el sumidero a una de las primeras industrias del país.
Contrasta esta forma de actuar con la que mantienen las autoridades españolas, que prefieren centrarse en un sector especulativo como el financiero, en detrimento de uno productivo y exportador como el sector industrial automotriz. Con esto no quiero decir que no sea necesario sanear la banca. Pero todo el mundo debería ser consciente que de aquellos polvos vienen estos lodos. Si queremos salir adelante habrá que fomentar una actividad productiva real, que genere riqueza, dotada de mano de obra cualificada y orientada a la exportación y al mercado exterior.
Es necesario que España, el primer fabricante de furgonetas de Europa y el segundo de turismos, con dos millones de empleos dependientes de la automoción, reciba un mayor apoyo institucional. Sin embargo nuestras autoridades –sean del partido que sean- están acostumbradas a sobreexplotar sus gallinas de los huevos de oro hasta que éstas se agotan. Entonces llegarán las lamentaciones, las lágrimas y los golpes de pecho anunciando reformas que no hacían falta si se hubiesen hecho las cosas bien desde el principio. Como Europa no sólo es ejemplo y referente en cuanto a subidas de impuestos, el Gobierno de Rajoy debería inspirarse más en Francia: con 600.000 puestos de trabajo directos, la insinuación de que 8.000 personas podían irse al paro ha hecho que Hollande acelere un plan de salvamento. En contraposición a esto, en España, con 50.000 empleos destruidos en la venta de coches y 16.000 personas afectadas por ERE´s en las fábricas, ni siquiera se dan por aludidos cuando se les implora por unas mínimas medidas que revitalicen la agónica industria.
A pesar de que la actitud del Presidente galo me ha parecido acertada, no creo que lo sean tanto a corto plazo las posibles acciones que se barajan. Entre ellas, la única que parece directamente destinada a incentivar las ventas sería la de facilitar el acceso al crédito. Sin saber exactamente cómo se articulará, supongo que se tratará de algo parecido al antiguo Plan VIVE que estuvo vigente en España por un corto período de tiempo. Por otra parte, al igual que aquí, se pretende favorecer a los vehículos más ecológicos, incentivando a las administraciones para que adquieran este tipo de automóviles y apoyando con ayudas a la I+D de este tipo de motores. Habrá que esperar hasta el próximo 25 de julio para conocer algo más concreto.