No sabría explicar qué es lo que hace que un coche me llame la atención por encima de los demás. Creo que tiene un componente bastante irracional, de sensaciones percibidas difíciles de describir. En mi primer contacto con un nuevo modelo siempre intento dejar libertad a mis emociones. Antes de leer datos técnicos, prefiero acercarme al vehículo con la mente despejada y libre de prejuicios. Intento que me hable, me emocione, me diga algo.

Todos los automóviles hablan por sí mismos. Pero tenemos que aprender a escucharlos en silencio, sin que los mensajes de marketing intoxiquen nuestra percepción haciéndonos creer que el coche nos proporcionará vivencias inigualables. No hace falta más que hojear el catálogo de un modelo de cualquier marca para encontrarse con fotografías realizadas en parajes idílicos, con casas espectaculares, chicas adorables y jóvenes familias haciendo deporte. Como si quisiesen decirnos que, junto con la compra de uno de sus automóviles, obtendremos un lote con una casa diseñada por Mies van der Rohe y una preciosa nórdica que se convertirá en la madre de nuestros hijos. Por supuesto niños de anuncio como su madre, rubios y guapos hasta decir basta. Los departamentos de marketing no venden vehículos. Ellos prefieren proporcionar sueños, sensaciones. Para el tiempo libre nos prometen experiencias al límite como el parapente o el ala delta. Para los que gusten del mar, la navegación o el surf; y para los más tranquilos, el golf.
Ese es el motivo por el que es deseable acercarse por primera vez a un coche sin haber sido contaminados por la publicidad. En mi opinión, esas primeras sensaciones son fundamentales para atrapar a los clientes. Por eso, cada vez me están gustando más los modelos que actualmente vende Citröen. Y lo dice uno al que nunca gustaron los automóviles franceses, salvando la excepción del Citröen DS (conocido como Tiburón). Aunque apenas recuerdo mucho de ellos, debido a que era muy pequeño cuando se dejaron de fabricar. No obstante, como en aquella época los cochesduraban más que ahora, aún era habitual encontrar alguno a principios de los ochenta.

Si en general me resulta llamativa la línea actual de los modelos de Citröen, todavía me gustan mucho más los DS actuales. Es más, si tuviese que elegir, me decantaría por el DS4. Y eso que el DS3 y el DS5 también me parecen resultones. Pero incluso en los de gama media los Citröen actuales tienen apariencia de buenos vehículos. Cuando recuerdo modelos como el Xantia o el Xsara, pienso con espanto en diseños vulgares y pobretones, junto con unas calidades de horror. Sin embargo los modelos actuales como el C4 o el C5 tienen mucha mejor apariencia que sus predecesores.
Me agradan por su diseño exterior y por el buen gusto con el que están trabajando los interiores. Nada que ver con las versiones anteriores llenas de luces que no servían para nada. Otra seña de identidad de no hace tanto tiempo eran los chirridos y crujidos que hacían compañía a aquellos conductores a los que no les gustaba viajar en silencio. Todavía recuerdo una unidad que cogimos de segunda mano cuyo sistema de control de presión de los neumáticos no funcionaba de ninguna forma. Cuando los mecánicos se habían cansado de investigar, opté por llamar al servicio oficial en donde me dijeron que los solían desconectar porque daban problemas.

Entiendo que ese tipo de contrariedades se han solucionado y la apariencia de fiabilidad es ahora mucho más elevada que entonces. Aunque las opiniones vertidas en los foros de Internet no son muy fiables, no me he podido resistir y he estado navegando por algunas comunidades de usuarios. En todos los casos, la evolución de Citröen –también la de Renault y la de Peugeot– es muy favorable. Es generalizada la opinión de que estos coches hace unos años eran peores de lo que son ahora. Y lo que los clientes más comentan siempre son las redundantes averías eléctricas, quizás el gran talón de aquiles de la automoción en general. A modo de muestra les diré que los vehículos alemanes –siempre han sido los que más me han gustado- tienden a dar también infinidad de fallos. Y no siempre son eléctricos, ya que en bastantes casos son roturas mecánicas por piezas defectuosas o de mala calidad.
Buen artículo, te ha faltado hablar de los italianos.jejeje
Gracias, Manolo. Todo a su tiempo. Aunque de los italianos me divierte más escribir sobre Ferrari, Maseratti, Lamborghini o de Tomaso. Los italianos pueden hacer los coches más cutres o los más sofisticados. Puede ser un buen artículo. Dame algo de tiempo.
Siempre ha habido un Citroën en casa desde el Dyane 6 que me trajo recién nacido de la Maternidad hasta un impresionante SM (que mi hermano compró, estropeó, intentó arreglar y vendió en pocos meses) pasando por 2cv, Ami6, GS, CX, Visa, AX, Xsara, Xantia… y he de reconocer que la gama actual parecen mejores coches. Pero creo que algo se ha perdido por el camino. Las familias bicilindricas y hidroneumáticas eran claramente para «citroenistas» ya que eran tremendamente particulares. Solo quien ha frenado con un hidroneumático o ha metido la 4 en un 2cv sabe de lo que estoy hablando. Ahora la personalidad se sustenta en cromados por aqui y por allá. Quizás gusten a más gente y sean más racionales pero echo en falta una personalidad más «integral».
Espero tu especial «modelos italianos» ahí tienes para dar y tomar, jajajaja
En mi caso nadie de mi familia tuvo nunca un Citröen. Y como he dicho en el artículo, no era una marca que me atrajese en particular. Sí que recuerdo de pequeño el Citröen GS de un amigo de mi padre. Es más, me parecía mágico gracias a la suspensión hidroneumática que subía y bajaba automáticamente. Y si te soy sincero, Sergio, los Citröen de hace diez años me parecían algo cutres. Reconozco que los de ahora tal vez tengan menos «duende», pero me gustan más quizás por ser más racionales. Para hablar de coches irracionales, me reservaré para el artículo -o los artículos- sobre los coches italianos.