En esta primera entrega, reflexiono sobre las relaciones públicas y la poca independencia de los medios de comunicación, excesivamente dominados por las directrices comerciales y por las políticas editoriales.

Ya advertí cuando cambié la estética del blog que pensaba tratar otros temas. Por ese motivo creé la sección No todo coches, una categoría pensada para escribir sobre asuntos que nada tienen que ver con el mundo del motor. Así que voy a inaugurar esta categoría con una cuestión que lleva una semana rondándome la cabeza. Desde que el 23 de febrero Jordi Évole emitió un supuesto reportaje —al final del mismo confesaría que se trataba de pura ficción— en el que gracias a testimonios de reputados personajes de la época pretendía hacernos creer que el golpe de estado había sido organizado por la Casa Real, no hago más que pensar en esta cita atribuida a George Orwell: “periodismo es publicar lo que alguien no quiere que publiques, todo lo demás es relaciones públicas”.
Pero antes de profundizar en mi reflexión, quiero detenerme en la definición de relaciones públicas. Más que nada porque, ya sea por la avilantez de la ignorancia o por el desdén de los necios, en este país es habitual que los términos se confundan y pierdan significado rápidamente. Las relaciones públicas son las distintas acciones de comunicación emitidas para conseguir un estado de opinión favorable a la organización que las genera. Sus funciones son las de informar, persuadir, convencer a los públicos que les interesan, y que son en quienes hay que crear un estado de opinión favorable. Leyendo esta definición, es más que evidente que las relaciones públicas tienen mucho más que ver con la propaganda que con el periodismo.
Cuando abrimos cualquier periódico o encendemos la televisión, en teoría pretendemos que nos relaten las cosas que suceden en el mundo, de un modo objetivo y desinteresado. El ser humano necesita saber lo que ocurre a su alrededor. En ocasiones por pura curiosidad, en otras por mera supervivencia. Y si la sociedad confía en los periodistas es porque a estos se les presupone la veracidad. Porque en un periodista, fundamentalmente, buscamos la verdad. Puede ser que en determinadas ocasiones también queramos tomar una postura y necesitemos contraponer determinadas opiniones que fundamenten esa posición que queremos tomar. En ese caso, al periodista le pediremos su opinión, siempre que lo haga de un modo libre, sin presiones externas y basándose en argumentos sólidos.

Pero lo que hoy en día es denominado como periodismo no es más que una acción concertada a gran escala por la que un pequeño grupo de empresarios aliados con el poder se dedica a hablar de los temas que les interesan, tamizados siempre por la óptica que imponen sus propios intereses.
En muchas ocasiones, priman ante todo los intereses comerciales. Y es por eso que algunos telediarios nos muestran sin rubor publirreportajes de pago haciéndolos pasar por noticias (los códigos deontológicos siempre han aconsejado que ese tipo de espacios queden bien delimitados para que el espectador no se confunda y sepa que se trata de un anuncio). Como los formatos publicitarios tradicionales están cada vez más de capa caída, se encubren como supuestas noticias lo que es publicidad pura y dura. Por eso es muy normal encontrar en mitad de un telediario a nivel nacional noticias ridículas sobre una empresa de compraventa de vehículos que ha abierto un nuevo establecimiento de venta; un hotel con spa que ha reinaugurado sus instalaciones; o una compañía aseguradora que se atreve a calificar de revolución social lo que tan solo es una nueva oferta comercial.
Creo que a nadie se le escapa que los ejemplos anteriores pertenecen al ámbito de las relaciones públicas, pero nunca del periodismo. Porque el trabajo de un relaciones públicas, aunque mucha gente piense que consiste en repartir flyers de discotecas y tarjetas con consumiciones gratis a las puertas de los colegios, se basa en gran parte en el envío de notas de prensa. Pero la virtud de las relaciones públicas es generar noticias interesantes que se publiquen sin necesidad de pagar, ya que entonces nos encontraríamos en el ámbito de la publicidad. Un ejemplo muy típico para conseguir que se hable de uno son las acciones de street marketing o los eventos en los que se invita a una serie de VIP´s. Aunque no tiene mucho sentido que una revista, una marca de joyería, o una bodega de vinos inviten a cenar a un montón de famosos, al menos se garantizan unas cuantas páginas o minutos en las revistas y programas del corazón del día siguiente.
Continuará…
Periodismo al servicio del poder (II).
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Hola!
Que tu lunes sea un poco menos lunes, haz un cambio…
http://zalman5k.wordpress.com/2014/03/02/cambio/
(te invito a leer esta entrada de mi blog)
Feliz Semana!
Zalman
Me encanto tu nota!
Te invito a leer esta entrada de mi blog http://zalman5k.wordpress.com/2014/03/02/cambio/
Tal vez haga de tu lunes un poco menos lunes
Feliz Dia!
Zalman
Gracias, zalman5k
Dejé de comprarme «autopista» y más tarde «automóvil» por su marcada tendencia a las relaciones públicas del grupo VAG. Frases como «el motor VW es lo mejor de coche, pero es mucho mejor cuando lo monta un VW», «no es el mejor de la comparativa pero el el más homogéneo y por eso lo elegimos como el mejor de la comparativa», «es más suave, consume menos, pero no tiene la patada del motor VW», «a pesar de ser tracción delantera y diésel es mucho más deportivo que un M3″… ¿Son sospechas mías?
Es que las revistas de coches, Sergio, solo hablan bien de las marcas de coches que ponen publicidad en su medio. Aunque el ejemplo que pones se entiende claramente, yo te diría que hay un sector todavía más dominado por lo que los anunciantes quieren que se ponga: el de las revistas de moda para mujeres. Más del 75% del contenido es de pago, con lo que estaríamos ante un claro ejemplo de relaciones públicas.
Fe de erratas: «Es más suave, consume menos, es más moderno y barato pero no tiene la patada del motor TDI y eso es determinante (utilitarios de 105cv)
Las fronteras entre periodismo y propaganda siempre han sido tenues y difusas, no te olvides que le apodaron el «cuarto poder»
Saludos.
Así es, Xavi. Creo que fue Goebbels (el «inventor» de la propaganda) que dijo que una mentira repetida lo suficiente acaba por convertirse en verdad.