Desde la aparición de Internet, un extraño fenómeno se ha puesto de moda, poblando numerosas webs especializadas: las fotos espías. Un género bizarro, similar al de los paparazzi de la prensa del corazón, que trata de convertir en noticia algo que no deja de ser más que una anécdota.

Hoy en día todos llevamos una cámara encima, gracias a los smartphone que permiten fotografiar la vida que transcurre ante nuestros ojos con una calidad aceptable. Además, en virtud del inusitado vigor de los blogs, así como de las redes sociales, todos pensamos que llevamos a un reportero dentro, sintiendo una pulsión difícil de refrenar por la que tenemos que informar a nuestros potenciales lectores de todo lo que sucede a nuestro alrededor. Como ya he avanzado en el lead, el fenómeno de las fotos espías de coches está más cerca de la prensa rosa que de la especializada en automoción. Si un paparazzi se dedica a perseguir a famosos para fotografiarlos en busca de una exclusiva, un aficionado al mundo del motor debe sentir lo mismo cuando ve un vehículo que aún no está en el mercado rodando por la carretera. En ese momento le sale el instinto de cazador y, tal que si hubiese encontrado a un ciervo al que abatir, saca con sigilo su teléfono móvil para inmortalizar ese scoop con el que tanto ha soñado para hacerse un nombre en esto de los automóviles.
Los coches, antes de ser presentados, se prueban en diversas condiciones. Por una parte disponen de los bancos de pruebas en las propias fábricas, donde el vehículo se monta sobre rodillos. Además, muchas marcas han construido circuitos cerrados en el interior de sus instalaciones, o recurren a empresas externas propietarias de pistas en las que testear esos modelos que aún no están en el mercado. Aunque ya lo hice en Altrade, un día escribiré en Wanderer 75 sobre el Circuito de Idiada, uno de los centros de I+D más importantes de España. Con la intención de realizar pruebas de alta velocidad, los dueños han levantado un óvalo al estilo de Indianápolis. Allí pude conducir el Audi TT y me fijé que había unos cuantos automóviles circulando cubiertos por plásticos, conectados a máquinas y repletos de técnicos con ordenadores.

Además de todo lo anterior, los coches deben examinarse en las mismas condiciones en las que posteriormente los utilizarán los clientes. Así que es imprescindible que recorran kilómetros en carreteras de montaña, en autovías, en zonas de curvas, con mucho frío o a altas temperaturas. Deben rodar por pistas polvorientas, así como vías mojadas, con nieve, llenas de hielo, o cubiertas de salitre. Un fabricante debe analizar con esos primeros prototipos todos los posibles fallos que puedan producirse. Al menos esa es la teoría, porque en la práctica muchos vehículos se lanzan sin apenas pruebas, dejando que sean los primeros compradores las cobayas que experimenten e informen de los problemas iniciales.

Basándose en un supuesto espionaje industrial, los automóviles que se van a probar en carreteras públicas se tratan de disfrazar de modo que no se puedan reconocer. Algunas veces utilizan la carrocería del modelo precedente, lo que va a hacer mucho más difícil su identificación. Lo habitual es que los tapen -total o parcialmente- con lonas, plásticos, bolsas de basura o utilicen curiosos estampados de cebra, lunares, topitos, así como cualquier otro tipo de camuflaje que sea muy llamativo. Porque realmente la intención de los fabricantes, cuando sacan este tipo de unidades a la calle, es que se hable de ellos, pasando a ser secundaria la vital importancia de los secretos industriales. Lo entenderán mejor recordando a los Golfos Apandadores de las historietas de Disney. Iban con uniforme de reclusos, su número de preso en el pecho y un antifaz para que se supiese enseguida que eran los malos. Pues algo parecido sucede con los coches todavía no comercializados. Si quieres guardar un secreto, si quieres que algo pase completamente desapercibido, no lo cubres de pintura de colorines o con estampados de cebra.

Estoy convencido de que las marcas han propiciado esta exuberancia de fotos espías, porque les interesa a sus departamentos de marketing y comunicación. Su objetivo es generar expectación, que se hable de los futuros lanzamientos, que su marca siempre esté en boca de todos. Estas técnicas cuentan con unos aliados inestimables: los medios de comunicación. Antes eran pocos, no más que unas cuantas revistas y algún reportero especializado de la prensa generalista. Pero ahora se han multiplicado como las setas. No hace falta más que busquen en Google “blogs de motor”. Salen más de 40.000 resultados. Muchos menos que los 979 millones de resultados al poner en el buscador la palabra “porno”. Incluso así, siguen siendo demasiados altavoces para los fabricantes. Al final, con nuestra supuesta independencia, con nuestros supuestos altos conocimientos del sector, con nuestra soberbia, con nuestra obsesión por llegar a más gente, estamos haciéndoles el caldo gordo contribuyendo a acrecentar su pastel. Pero qué le vamos a hacer. La gente está ávida de información y podemos dársela. Así que tengan sus cámaras preparadas y… más carnaza.
Un comentario sobre “Las fotos espías de coches”