¿A quién se le ocurriría viajar en una tanqueta blindada? Sólo a alguien que valore su vida en más de medio millón de euros; que guste del confort más refinado; y que además sea un fanático de las películas de acción. En el siguiente artículo conocerán el Conquest Knight XV.

La estupidez humana no tiene límites. Y si encima el imbécil dispone de una cuenta corriente abultada, su estulticia se eleva a la enésima potencia. Como ejemplo me viene a la mente el de un futbolista de cuyo nombre no quiero acordarme que se desplazaba a los entrenamientos en camión. Mejor dicho: a bordo de una cabeza tractora, que el remolque no debía de verlo del todo necesario hasta que no le saliese algún porte de camino a casa. A este tonto balompédico siempre le habían gustado los camiones y, como tenía dinero suficiente, en lugar de hacerse con un Ferrari o un Maserati como el resto de sus compañeros, había decidido comprarse uno.
Algo parecido ocurre con aquellos millonarios que siempre han soñado con convertirse en agente de antidisturbios. Para facilitarlo, Conquest Vehicles ha decidido tomar una tanqueta blindada para equiparla con lo máximo del lujo. ¿Puede haber algo tan absurdo? Según William Maizlin, presidente de la compañía, se trata de un vehículo que por fuera es “un tanque, por dentro un Maybach”.

Si me hago eco de este engendro es porque el Magazine de El Mundo le ha dedicado un artículo en su sección sobre los must have del refinamiento y la sofisticación llamada “De vicio”. Está claro que hay gente que cree que este mamotreto puede ser un reflejo de estatus. Personas que prevén que les puedan lanzar un misil desde un caza de combate, o que les ataquen con gas mostaza. Más o menos las amenazas a las que está habitualmente sometido un virrey autonómico. Sorprende que todavía no haya ningún político español encargando uno de estos modelos, teniendo en cuenta que no excede en mucho el precio de un Audi A8 Security al que son tan aficionados. Por 540.000 euros pueden disfrutar de una tanqueta blindada con toda profusión de equipamientos y confort.
Por dentro, si exceptuamos el espartano puesto de conducción, el lujo y el refinamiento lo inundan todo: butacas de limusina –enfrentadas por si se quiere organizar una reunión mientras te bombardean-, pantallas de plasma, videojuegos, techo solar, humidificador, iluminación interior LED y cuero por todas partes.
Es fácil imaginarse quién compra este tipo de automóviles. No diré nombres, pero sí sus nacionalidades: rusos, árabes, mejicanos o estadounidenses. Sus ocupaciones las tienen que adivinar ustedes, pero estoy convencido de que ninguno de ellos lo pasa mal para llegar a fin de mes.