Ha entrado en vigor el nuevo Reglamento Europeo de Seguridad en los Automóviles que contempla una serie de normas de seguridad en vehículos eléctricos que hasta ahora no se habían tenido en cuenta.

Desde que alguien en un despacho decidió que el futuro pasaba necesariamente por el coche eléctrico, la maquinaria institucional, política, financiera e industrial se puso a funcionar a pleno rendimiento. Enseguida comenzaron a llegar los primeros modelos de vehículos eléctricos con declaraciones grandilocuentes sobre lo maravillosos que eran, sin emisiones contaminantes como las de los sucios automóviles de combustión interna. Nos prometían un futuro feliz de color verde, sin exceso de ruidos, en el que prácticamente todo el mundo podría tener un medio de transporte propio, barato y ecológico.
Muy pronto los políticos, espoleados por quien manda de verdad, empezaron a presionar con normas y subvenciones que fomentasen la venta de un mayor número de unidades de un tipo de vehículo que carecía de demanda real. Era básico que hubiese más coches eléctricos circulando para que el negocio —sobretodo el de las baterías— fuese rentable. Sin embargo, nadie se preocupó de lo obvio: un dispositivo que funciona con una corriente de 500 voltios y que se desplaza a velocidades elevadas es susceptible de sufrir accidentes. Y en ese caso, los daños a los ocupantes y a los rescatadores podrían ser muy graves.
Parece mentira que las autoridades europeas hayan tardado tanto en regular las posibles repercusiones que tenían los vacíos legales en esta materia. De no ser por la responsabilidad de los fabricantes, que han sido los únicos que han trabajado descoordinadamente para que nadie sufra lesiones, actualmente los automóviles eléctricos nos habrían dado más de un susto. No obstante, la Unión Europea ha creado un marco jurídico que se centra en diseñar unos estrictos requisitos de seguridad que garantizan que los usuarios no reciban una descarga eléctrica procedente de piezas del vehículo o del compartimento del motor. Junto a esto, los sistemas también deben ser seguros para los operarios que reparen el coche, así como para los bomberos que intervengan con cizallas o cualquier otro elemento que corte cables de alta de tensión.
Junto con lo expuesto en los párrafos anteriores, aún queda una duda por aclarar ya que da la impresión de que los diseños innovadores de muchos de estos vehículos –basados sobretodo en la búsqueda de más espacio habitable, en la mejora aerodinámica y en la ligereza de los materiales utilizados- pueden mermar la seguridad pasiva de los ocupantes. Para ello, se han realizado una serie de pruebas como las que veremos en los próximos vídeos (del Volvo C30 Electric y del Mitsubishi i-MIEV) que demuestran que la seguridad en los ocupantes es de un grado similar a la de un coche convencional. Además, la batería y las tuberías eléctricas no implican riesgos superiores.
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