Hasta el mismísimo ministro de Industria se ha dado cuenta ya de que el Plan PIVE no será suficiente para salvar al sector del automóvil. Han tenido que pasar cinco meses del año con una caída acumulada del 5,8% para que el Gobierno se percate del problema. En este artículo veremos que los que mandan no son capaces de proporcionar muchas soluciones.

Pese a que los datos de matriculaciones correspondientes al mes de mayo de 2013 no son del todo negativos, porque la subida en el segmento de particulares es del 14%, el mercado en general ha experimentado un retroceso del 2,6% respecto al año pasado, en el que las cifras ya fueron verdaderamente malas. Nadie puede negar que el Plan PIVE está impulsando la demanda de los particulares, que durante muchos meses ha permanecido estancada en niveles insostenibles, pero no es suficiente para impulsar unas ventas cuyas previsiones más halagüeñas estiman que podrían culminar el año en niveles similares a los del año pasado (alrededor de 700.000 unidades).
Al menos el ministro Soria es consciente de lo que ocurre, ya que así lo ha expresado en el Foro Nueva Economía, destacando que “el PIVE no es suficiente y no es la salvación del sector”. Su diagnóstico es claro, pero no lo son tanto las respuestas que pretende ofrecer. Lo primero, porque comenzó echando balones fuera al asegurar que es muy complicado salvar a un sector “que tiene una evolución adversa en toda Europa”. Para que lo entiendan ustedes: no nos podemos quejar porque en Europa están igual. Así que mal de muchos, consuelo de tontos.
A partir de ese dictamen de la situación, el ministro comenzó a plantear con la verborrea típica de los políticos lo que hay que hacer para que el escenario mejore. Lo primero que recomendó fue que los fabricantes impulsen más su innovación tecnológica para que ganar competitividad. Decir eso de uno de los sectores que más invierte en innovación es, cuanto menos, curioso. Y sobretodo cuando el problema acuciante de España no está centrado ahora mismo en la producción, sino en la distribución. De hecho, el Plan PIVE lo que está tratando de incentivar es que se comercialicen más unidades. El problema es de demanda, no de innovación ni de competitividad.

Por otra parte, también aseguró que el Gobierno está dispuesto a poner su granito de arena. Según sus propias palabras, la Administración mantendrá su “cierta y determinante” política económica centrada en la consolidación fiscal, la apuesta por Europa y las reformas. Me parece que este segundo aserto de José Manuel Soria es como decirle a una persona que se está muriendo asfixiada poco a poco en una cámara hermética que no se preocupe, que continuarán quitándole el aire como han hecho hasta ahora. Mientras sigan subiendo impuestos, la demanda continuará bajando por muchas medidas coyunturales de estímulo a corto plazo como el Plan PIVE realicen. Pero bueno, ya sabemos que una de sus medidas “estrella” fue algo tan absurdo como facilitar el despido para acabar con el paro.
Como ya dije unos párrafos más arriba, la culpa no la tiene solo España. Por eso el ministro lanzó la bola al campo europeo para pedir la reindustrialización y una apuesta por las tecnologías más limpias. No termino de entenderlo, así que me gustaría que alguien me explicase a qué se refería el titular de la cartera de Industria con esa frase. ¿Tal vez José Manuel Soria cree que la gente no compra más coches porque contaminan demasiado? Porque si es así, me parece que la cerrazón de los miembros del Gobierno es mucho más elevada de lo que yo pensaba.
En mi opinión, hay una medida perentoria que deberían aplicar lo antes posible si lo que quieren es que se mantengan algo las ventas de automóviles: rebajen el IVA, eliminen modalidades fiscales obsoletas como el Impuesto de Matriculación, controlen a los ayuntamientos para que no se exceden en el cobro del Impuesto Municipal de Rodaje y no atraquen a los ciudadanos con los parquímetros, y bajen también los impuestos sobre hidrocarburos (a la vez que garantizan la existencia de un mercado de libre competencia real en el sector de las gasolineras, lo que redundaría en precios más bajos para el combustible). Seguro que con esas iniciativas muchos más conductores cambiarían de vehículo. Y de ese modo, además de garantizarse la pervivencia de las fábricas asentadas en España, se recuperarían muchos puestos de trabajo en los concesionarios que dependen directamente de las ventas para poder subsistir.
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