La compañía israelí “Better Place” no ha podido finalmente ganar su arriesgada apuesta de cubrir de “electrolineras” el territorio de Israel y Dinamarca, para hacer más cómodo el uso del vehículo eléctrico en ambos países. Desde que se creó la empresa en 2007, han acumulado unas pérdidas cercanas a los 850 millones de euros.

Por todo el mundo es sabido que uno de los grandes problemas de los coches eléctricos es la escasa autonomía y el largo tiempo de recarga de las baterías. Pero a pesar de eso, Shai Agassi pensaba que el vehículo eléctrico era una alternativa con futuro. Por eso se presentó a Carlos Ghosn, presidente de Nissan y Renault, y le dijo que él tenía la llave para minimizar ese handicap: crear unas instalaciones similares a las gasolineras, repartidas por todo el territorio, en el que se podrían intercambiar las baterías agotadas por una nueva completamente recargada de energía eléctrica. La idea, a priori, parecía buena. Por eso el ejecutivo brasileño se atrevió a firmar con Agassi una alianza estratégica. Junto a eso, convencieron al gobierno israelí para que se implicase en el proyecto, con la intención de que Israel fuese el país pionero en el uso de dichas infraestructuras.
Cuando escuché por primera vez aquel proyecto, me dije a mí mismo que era una interesante solución que resolvía uno de los problemas que más retraía a los compradores. Si eran capaces de acabar con las tediosas recargas de más de ocho horas, la movilidad mejoraría mucho. Más que nada porque el problema de la autonomía, en un viaje largo, obligaría a realizar paradas más frecuentes que con un automóvil equipado con motor de explosión, pero estas detenciones serían tan rápidas como lo permitiese el intercambio de baterías. El sistema estaba pensado para que un coche al que se le estaba agotando la carga, se dirigiese a una “electrolinera”. Allí, un operario le retiraría la batería vacía y le pondría otra completamente llena de electricidad. Para poder tener operativas las baterías, deberían recargarlas y colocárselas a un nuevo vehículo que parase en su establecimiento. Por otra parte, la separación entre una “electrolinera” y la siguiente dependería en gran medida de las autonomías medias que ofreciesen los fabricantes en el mercado. Si diseñaban baterías que permitiesen recorrer más kilómetros, la distribución de los puntos de intercambio podía ser más disgregada. A mayor autonomía, menor necesidad de «electrolineras«.
Como todo el mundo comprenderá, el negocio solo podía funcionar si había un parque suficiente de vehículos eléctricos. Además, a modo de prueba, empezarían en un país pequeño como Israel, que tiene aproximadamente la misma superficie que Andalucía. El segundo en unirse al carro sería Dinamarca. La cantidad estimada para garantizar la rentabilidad de “Better Place” se fijó en 100.000 automóviles eléctricos entre 2009 y 2016. Creo que el objetivo era irrealizable, como así se ha demostrado ya que en los primeros cuatro años de funcionamiento en Israel se han matriculado tan sólo 900 unidades y 200 en Dinamarca. Un fracaso por parte de Ghosn que ha repercutido en la peligrosa situación financiera de “Better Place”, quien sí que ha cumplido con su parte del acuerdo.
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