La sospecha del organismo que vela por la competencia es que varias empresas y asociaciones del sector podrían haberse puesto de acuerdo entre ellas para fijar unos precios y condiciones comerciales y de servicio determinadas, así como para intercambiarse información comercialmente sensible, algo contrario a la Ley de Defensa de la Competencia. No hay que olvidar que una de las prácticas colusivas que más persigue la Comisión Nacional de la Competencia es la constitución y mantenimiento de cárteles.

Algo que venía siendo vox populi en determinados círculos, tenía que terminar por llegar a oídos de la CNC tarde o temprano. Si desde este blog ya anuncié hace un año que empezaban a ser cada vez más habituales los pactos de precios entre concesionarios de las mismas marcas, parece ser que ahora las autoridades que velan por la libre competencia han decidido tomar cartas en el asunto e iniciar una investigación que puede terminar generando graves consecuencias para los negocios implicados. En principio, siempre que puedan probarse, estas prácticas estan castigadas con multas de hasta el 10% del volumen de negocio total en el ejercicio anterior al de la imposición de la sanción.
Aunque los consumidores siempre queremos que exista la mayor competencia posible porque de ese modo se consiguen mejores precios, no todos los sectores funcionan correctamente en un mercado de competencia perfecta. En el caso de la distribución de vehículos, lo primero que hay que saber es que los concesionarios suelen funcionar bajo un régimen de franquicia en exclusiva. Cuando ustedes visitan una tienda de Renault, de Mercedes o de Ford —por poner varios ejemplos—, el dueño de ese establecimiento tiene un contrato en exclusiva por el que se compromete a comercializar los automóviles que le suministra su correspondiente matriz al precio fijado por esta. Eso quiere decir que los costes son fijos.
Pero la peculiaridad reside en que es un tipo de franquicia bastante sui generis porque da libertad a sus franquiciados para que vendan los coches al precio que quieran. La primera consecuencia de ello hace que, mientras el precio de venta es bastante elástico a las fluctuaciones de la demanda, el precio de coste es totalmente rígido, y no tiene en cuenta esas oscilaciones de la demanda. Unido a esto, también tenemos que los distribuidores están obligados a comprar por adelantado una cantidad anual de vehículos, sin tener en muchas ocasiones en cuenta las previsiones de ventas. Esto genera un problema por el que no se vende lo que se demanda, sino que hay que generar una demanda para una oferta relativamente rígida.
Por lo explicado hasta ahora, nos encontramos con que los concesionarios tienen que vender habitualmente en un año una gama de modelos mayor de lo que está dispuesto a aceptar el mercado, y comprados a un precio fijo que no tiene en cuenta la demanda real. Como compensación a estas dificultades, en caso de alcanzar ese objetivo propuesto por la marca, les ofrecen un porcentaje adicional de margen para que puedan conseguir algo más de rentabilidad. Lo más curioso es que los expertos en marketing de los fabricantes han constatado que de ese modo se genera un mayor número de ventas que si no existiese ese incentivo.
Continuará…
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