El poder y el dinero siempre han estado vinculados a los coches potentes. A lo largo de la historia ciertas familias se han caracterizado por su obsesión por los automóviles rápidos y de alta cilindrada. El caso más destacado es el del antiguo tirano de la República Dominicana, Rafael Leónidas Trujillo, y su omnímoda familia.

No sé si será verídica la reunión representada en la película “Remando al viento” en la que un grupo de poetas románticos —entre los que se encontraban Lord Byron y Percy B. Shelley— deciden escribir cada uno de ellos un relato de terror. Como estoy escribiendo de memoria, tan solo acierto a recordar ahora dos de las obras que surgieron de aquel reto: “El vampiro” de Polidori y “Frankenstein” de Mary Shelley. Ahí es nada. Pues parece ser que una sugerencia similar realizada por el mejicano Carlos Fuentes a los grandes autores que protagonizaron el boom de la literatura hispanoamericana generó unas cuantas novelas que versaban sobre un variante particular de las historias de terror: las semblanzas de dictadores. Fue gracias a esa propuesta por la que Miguel Ángel Asturias escribió su “Señor Presidente”, Gabriel García Márquez publicó “El otoño del patriarca”, Augusto Roa Bastos concibió “Yo, el supremo”, Alejo Carpentier hizo lo mismo con “El recurso del método” y Mario Vargas Llosa mandó a la imprenta “La fiesta del chivo”.
La novela de este último narra la historia del dictador dominicano Rafael Leónidas Trujillo, probablemente uno de los déspotas más sanguinarios que han sojuzgado a un pueblo al otro lado del charco. Pero como en este blog se tratan temas de coches, no me voy a detener en las maldades del padre, para poder dedicar unas líneas a su familia. Ya que, si algo había que le gustase más al clan Trujillo que el dinero y las joyas, eran los vehículos de lujo.
Según leo en el libro “Siete vidas” de Roque Nieto Peña, la mujer del dictador, María Martínez Alba, ante un viaje que tenía previsto realizar a Nueva York, le preguntó a su secretario particular, el cultísimo José Almoina, si quería realizarle algún encargo para que ella se lo trajese como un especial regalo. «Pues, mire usted, señora —contestó Almoina—: Ando detrás de un “Erasmo”, que está en una gran exposición en la Quinta Avenida. Si efectivamente pudiera conseguírmelo, mi gratitud sería eterna». Ella respondió que no faltaba más, pese a que era la primera vez que oía hablar de esa marca. Unos días después, el secretario recibió un telegrama de la dama: «He recorrido las mejores exposiciones de automóviles. No he logrado encontrar ese modelo. Seguiré buscando».

Cuando el intelectual de origen español leyó el telegrama, tuvo que aguantar la risa a duras penas ante la ignorancia de su mecenas. Incluso así, como deseaba tener el libro a toda costa, respondió con un telegrama aclaratorio: «Perdone si no me expliqué bien. No se trata de un automóvil. Lo que deseo es la obra que se editó en Basilea de Erasmo de Rótterdam. Está en la Quinta Avenida esquina con la calle 42». Confundida por aquella extraña petición, la Primera Dama regresó de Estados Unidos con el encargo debidamente cumplimentado. Al entregarle el libro a Almoina, la importante señora no pudo evitar recriminarle las cosas tan raras que le pedía.
Pero en la familia Trujillo, el que más destacaba por su pasión por los coches era Porfirio Ruborosa. El diplomático y bon vivant dominicano, casado con Flor de Oro, la hija del dictador, fue piloto de Fórmula Uno y jugador de polo. Pero una de las cosas por las que ha pasado a la historia es por sus ligues: al divorciarse de Flor Trujillo, se dedicó a ejercer como playboy internacional, que era para lo que de verdad había nacido. Entre sus conquistas destacan hembras de la categoría de Marilyn Monroe, Kim Novak, Ava Gardner o Rita Hayworth. Pero la elegancia y dotes para la seducción del garañón dominicano no solo le sirvieron para disfrutar de aventuras esporádicas, ya que consiguió enamorar y posteriormente desposarse primero con Doris Duke y luego con Barbara Hutton, dos de las herederas estadounidenses más codiciadas de la época. Porque si algo le gustaba a Rubi, junto con los deportivos, era el dinero y el lujo. Su máxima: «la mayoría de los hombres quieren ganar dinero, yo prefiero gastarlo».

Compañero de parranda de su excuñado, Ramfis Trujillo, durante la estancia de ambos en Los Angeles no solo compartieron automóvil —un Mercedes 300 SL Alas de Gaviota—, sino también amantes como Kim Novak. Porfirio Rubirosa encontró la muerte en 1965 a bordo de un bólido. Tras una noche de jarana en París celebrando una victoria de polo, de madrugada se internó en el Bois de Boulogne a los mandos de su Ferrari 365 Spider California. En un momento dado —algunos han dicho que provocado de un modo consciente—, lanzó su vehículo contra un árbol y se estrelló contra el tronco. El gigoló moría en el acto, tan rápido como había vivido.
La maldición de los coches (en especial los Ferrari) en la familia Trujillo no había terminado. Si el patriarca había fallecido ametrallado por un grupo de opositores cuando circulaba en su automóvil oficial en 1961, el heredero lo hacía más al estilo de su excuñado Rubirosa. Tras otra de las innumerables madrugadas de juerga, el 17 de diciembre de 1969 se dirigía por la carretera de Burgos hacia su mansión de La Moraleja, ya que en 1962, tras fallecer el dictador, se había exiliado junto a su parentela en Madrid. Conducía un Ferrari 330 GT de color gris plata, recién estrenado. El deportivo se precipitó al carril contrario justo en el momento en que se cruzaba con el Jaguar Type E de color amarillo de Teresa Bertrán de Lis, duquesa de Alburquerque, que perdió la vida en el mismo momento. Sin embargo, Ramfis sobrevivió unos días más. Al principio parecía que se iba a recuperar, pero una complicación respiratoria le provocó la muerte el 28 de diciembre de ese mismo año.
Ahora recuerdo haber escrito un post sobre Rubi,
http://zona-rapida.blogspot.com.es/2011/05/porfirio-rubirosa-gentleman-driver-y.html
Creo que sus hazañas amorosas le restaban mucho tiempo y fuerzas en el terreno automovilistico , en el que era un poco manta.
Un saludo.
Gracias Xavi. Tu artículo se complementa perfectamente con este, ya que yo he incidido en los aspectos más oscuros y siniestros de la familia y tú explicas mejor la carrera automovilística y sexual de Porfirio Rubirosa.
He tenido la suerte de compartir horas y horas de charlas automovilísticas con Tony Sobero, que fue dueńo del «Cúpula» durante un tiempo. Trujillo lo estrenó y patrocinó la aventura panamericana de Pegaso.
http://dreamcarspain.wordpress.com/2012/11/13/in-memoriam-pegaso-z-102-belineta-enasa-cupula-rosa-de-the-benefactor-de-la-patria-no1-el-dominicano/#comment-1792
Gracias por tu aportación, Sergio. Como yo he dicho en el post, los Trujillo estaban obsesionados con los coches, sobre todo con los deportivos como el Pegaso al que tú te refieres (algo incómodo por el habitáculo tan caluroso en climas caribeños).
Llevo tiempo pensando en escribir algún artículo sobre los antiguos Pegaso. Y si no lo he hecho hasta ahora es porque al leer tus estupendos post (ya sean sobre Pegaso o sobre otras marcas) me entra algo de canguelo pensando que ni sé tanto como tú de ese tipo de coches raros y olvidados, ni estoy tan bien documentado como tú.
Gracias. Lograste que me sonrojara.