En el artículo del lunes estuve reflexionando sobre los gentlemen drivers. Hoy me centraré más en algunos nombres en concreto, incidiendo especialmente en el marqués de Portago.

En este blog ya escribí hace tiempo sobre el dominicano Porfirio Rubirosa. Aunque en su caso destacaba más como semental que como piloto, ya que sus habilidades al volante eran muy inferiores a sus dotes amatorias. Como muy bien destaca Xavi, de Zona Rápida, su mayor éxito fue el segundo puesto en las 12 horas de Sebring. Gracias, en gran medida, a su compañero Gino Valenzano, que realizó una carrera insuperable mientras Rubi se dedicaba a firmar autógrafos.
En Argentina hay una larga ristra de autodenominados gentlemen drivers, aunque muchos de ellos tal vez no puedan adjudicarse ese apelativo por su carencia de medios económicos o por su necesidad de prosperar en la competición para ser fichados por una escudería importante en la que labrarse un futuro. Pese a que en páginas como esta se asegura que Juan Manuel Fangio era un gentleman driver, tal vez personajes como Adolfo Schwelm Cruz o Bitito Mieres sean más próximos a la categoría de gentleman driver.

En España siempre se ha considerado al marqués de Portago como el ejemplo arquetípico de este tipo de pilotos caballeros. Se trata de uno de los tres únicos españoles (junto con Fernando Alonso y Pedro de la Rosa) que ha obtenido un podio en la Fórmula Uno. Perteneciente a una familia de rancio abolengo, Alfonso Cabeza de Vaca y Leighton era ahijado del rey Alfonso XIII (otro apasionado de los coches). Como podía vivir sin trabajar, se dedicó a practicar los deportes más elitistas: golf, tenis, polo, equitación, bobsleigh,…
Su obsesión por la velocidad le llevó a aprender a pilotar. Se compró un Maserati de cilindrada baja, ya que el primer Ferrari con el que trató de competir era demasiado difícil de conducir. En sus inicios tuvo varios accidentes. Entre ellos uno en Nürburgring y otro en Silverstone, en donde se rompió una pierna. Y en 1956, Enzo Ferrari le invitó a unirse al selecto grupo de pilotos que formaban parte de la escudería Ferrari. Pero el 12 de mayo de 1957, tras participar en cinco grandes premios de Fórmula Uno, Fon Portago sufrió un grave accidente en el que perdió la vida durante la mítica carrera de la Mille Miglia. De ese modo quedó truncada la carrera de uno de nuestros grandes pilotos hasta que ha llegado un producto de marketing como Fernando Alonso.

Portago cultivaba una apariencia de decadente elegancia, muy cercana al desaliño. Políglota, culto, cosmopolita (había nacido en Londres, su madre era americana y estaba casado con otra), playboy de éxito (tuvo un hijo extramatrimonial con una top-model), deportista consumado, tenía una personalidad atrayente y electrizante. En una época dominada por el gris, Alfonso Cabeza de Vaca era capaz de teñir con vivos colores todo lo que hacía. Lamentablemente su vida fue demasiado corta para pasar a la posteridad. Pero hoy en día comienzan a reconocérsele sus aportaciones a la historia del automovilismo, tal vez por el mayor interés existente hoy en día en la competición. Porque, al fin y al cabo, en los años cincuenta, el único deporte con el que disfrutaban los españoles era con el fútbol, quedando el automovilismo nada más que para un grupo de niños pera que se jugaban la vida a toda velocidad en sus diminutos deportivos.
Una de las mejores anécdotas que he leído sobre él se le adjudica fuera del automovilismo. Parece ser que también le gustaban los deportes de invierno, así que se le ocurrió que podría estar bien participar en los Juegos Olímpicos de Cortina d´Ampezzo de 1956. Para ello, sufragó de su propio bolsillo un equipo de bobsleigh en el que también intervino su primo Vicente Sartorius. Al parecer, aquello era una excusa para pasárselo bien y disfrutar del ambiente olímpico en una de las estaciones de esquí más exclusivas de la época. Por aquel entonces, el presidente de la Federación Española de Patinaje —de quién dependía el bobsleigh— era Juan Antonio Samaranch. Cuando le vio sentado en una terraza haciendo bromas con amigos, se le acercó y le pidió que se tomase en serio la competición y que se dedicase a entrenar. El marqués le contestó: «¿usted habla inglés?». Samaranch respondió que no, ya que por aquella época aún no lo había aprendido; a lo que Portago repuso: «pues en esta mesa no se habla otra cosa, así que…». Que cada uno imagine como terminó la frase.
A continuación, he incrustado dos vídeos con un interesante reportaje sobre el marqués de Portago.
Artículo anterior: «Una aproximación al gentleman driver (I)».
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De Ricardo no solo aprendo del mundo del automóvil. Entre todas sus virtudes destaco la elegancia y filantropía. Este blog no solo entretiene, también educa (y gratis) Además viste camisas elegantes. Desconozco si le sirve como cebo amatorio con top-models o si tiene excedente pecunario para darse a la buena vida. Es el perfecto gentelman-blogger.
Ja, ja, ja. Grande Sergio. Ya te diré dónde me hago las camisas. Y lo del excedente pecuniario, nada de nada. Ahí es donde falló como gentleman blogger. Pero tú lo has dicho: lo mío es pura filantropía. Un abrazo y muchas gracias.
Recientemente lei que el fabuloso 250GT paso a ser conocido como Tour de France gracias a la victoria en esa competicion de Fon en 1956.
Una vida exprimida a tope, si señor.
un abrazo
Pero una vida demasiado corta, Xavi. Es difícil saber cómo habría sido su trayectoria de no haberse producido aquel fatal accidente. Hasta el momento de su muerte, su trayectoria era impecable…