Si usted es uno de los trece millones que ha recibido una carta en referencia a un coche que tuvo hace veinte o treinta años, no se preocupe. Al parecer, según informa el periódico El Mundo en su edición de papel del 20 de noviembre de 2013, Tráfico ha utilizado este sistema tan particular para depurar sus bases de datos. Veremos cómo lo hacen.

Ayer mismo pude escuchar en la radio a una oyente que contó que había recibido una notificación de la Dirección General de Tráfico por un vehículo dado de baja hacía 16 años. En la misiva le comunicaban que el automóvil carecía de seguro obligatorio. Además, aprovechaban aquel contacto para recordarle la mayor peligrosidad de los vehículos con más de diez años en comparación con los modelos más modernos. La carta recomendaba finalmente una renovación del coche acogiéndose al plan PIVE.
Este mailing no pasaría de mera anécdota, de no ser porque la Administración les conmina a personarse en las oficinas provinciales para aclarar la situación de esos vehículos que pasaron a mejor vida hace ya muchos años. Algo incómodo y engorroso, sobre todo si el titular ya ha fallecido, como está ocurriendo en muchos de los casos.
Uno de los principales problemas de las grandes bases de datos es que los datos no estén actualizados. Por eso, los responsables deben depurarlas, modificando inscripciones erróneas o eliminando las que ya no existen. La obligación fundamental de la Dirección General de Tráfico es mantener un registro actualizado del parque existente. Pero esa no es la forma.
Habría sido más fácil, aunque más costoso, cruzar los datos con los de otras bases de datos como las de la red de desguaces o las del registro civil. Solo en los casos dudosos, habría que haber contactado telefónicamente con los titulares. Y en caso de ser imposible la localización, mandar una carta al último domicilio conocido. Aunque la mejor forma de encontrar a alguien, es a través de Hacienda. Un recurso que Tráfico utiliza estupendamente cuando trata de cobrar las multas.
Saludos Ricardo:
Si estas cosas no siguieran ocurriendo, no estaríamos en España.
Así es, Álvaro. No sé si tenemos la suerte o la desgracia de vivir a diario este Celtiberia Show que también describió Luis Carandell.